(Microcuento)
El interior de la carpa itinerante se ha llenado horas antes de comenzar el espectáculo, está a rebosar y desde el otro lado del toldo se escucha el rugido de la expectación e ilusiones frustradas de los que no han podido acceder.
A cada número le sigue otro más fascinante y la grada cada vez más inquieta aúlla en su asombro.
El trapecio y las cuerdas se balancean libres en el aire, sobre la arena se van abandonando el monociclo, las pelotas, las plumas y el emocionante aro de fuego.
No hay trucos.
Tras el arriesgado número el adiestrador recompensa a las fieras de la pista con un azucarillo, a continuación se gira hacia la cávea contorsionándose y mostrando su penacho.
El Jefe de Pista levanta su chistera, es un gesto al palco de control para que truene el redoble de tambores hasta conseguir el reposo, la atención y la tensión de los asistentes durante algunos segundos que se hacen eternos.
En el silencio el audaz domador hace restallar el látigo en el aire y las 6 bestias hombres y mujeres 6, que le acechan y rodean, se suben de un salto a la diminuta banqueta de colores.
El espectáculo ha terminado con éxito y una tarde más el circo se ha llenado de bramidos.
No has puesto la ganadería de las 6 fieras 6....
ResponderEliminar