Tiemblan

 (Microcuento)

Santa Pola (A. P.) 

    Algunos se quedaron atrás y otros se han perdido en el camino, no es momento de recordar.

    Es la hora en que las sombras regresan infinitas.

    Sin un patrón que les acompañe, la luz de un faro ha sido el único refugio en el terror de la noche. Los navegantes apenas eran sacos de miedos aferrados a un sueño.

    En un repentino júbilo se arrojan de la barca y de inmediato, tras unos focos que ciegan los ojos, se escucha una orden: 

    -¡Carguen! .

    Entre la espuma y la arena se dibujan, como centinelas, una línea ocre de rocas.

    El agua grosera y fría les bate pero se agarran con fuerza a las aristas afiladas que tatúan en la piel, para siempre, esta hazaña.

    Arrastrados alcanzan la playa portando en sus huesos los restos de ¡tantos y tantos sueños tumbados!.

    Tiemblan.

    Sus ojos ahora se asoman ansiosos y abiertos, más tarde serán esquivos, riegan la sílice con renovadas ilusiones y esperanzas.

    En la penumbra, bajo un navío hecho jirones, hay varios cuerpos ocultos y abrazados.

    Aquel que antes gritó -¡Carguen!- ahora contiene su voz y se acerca desafiante a las siluetas que se funden en una.

    Se arrodilla.

    Bajo la tela de goma desgajada aparece una mano pequeña, confiada. Desenredándose de arena y de algas cinco dedos menudos consiguen encontrar su mano y arroparle el alma.

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