Acaba de despertarse y antes de nada realiza su aseo diario.
Se asoma al nuevo día, el Sol despunta tímido y el relente de la mañana va cediendo poco a poco con cada nuevo rayo de luz.
Comienza su camino siguiendo un trayecto errático, evitando las zonas aún umbrías. Con frecuencia se detiene y aspira nuevos olores.
Se frota los ojos todavía perezosos, tiene el hábito irresistible de hacerlo desde que era pequeño, quizás sea un tic nervioso pero hasta ahora nunca le ha molestado.
Se detiene en un bar, tomará cualquier cosa. La especialidad de la casa son caracoles y a él le gustan, aunque a estas horas, todavía tempranas, le gusta tomar algo dulce. Solo se entretiene unos minutos, lo justo para rellenar un poco su estrecha cintura marrón.
Ya en la calle el Sol brilla de frente y una vez más tiene que frotarse, con naturalidad, aclarando su mirada y prosiguiendo su camino a ninguna parte.
Desde hace un tiempo siempre termina su trayecto en el parque, no sabe cómo pero cualquier camino que toma termina por llevarle allí. Es un buen lugar para estar en esta época del año. Cuando llegue será el mediodía del estío y cuando satisfaga su estómago buscará una sombra donde descansar cerca del lago, bajo las ramas del viejo y carcomido olmo.
Sería un lugar perfecto pero está demasiado concurrido, no hay un solo rincón donde estar solo. No es huraño, todo lo contrario, disfruta de la compañía ajena, pero le aturde el zumbido de ese tropel interminable.
Decide que hoy no será como ayer, buscará otro lugar. Es un buen momento para partir, el calor todavía no aprieta y con algo de suerte en poco tiempo estará lejos de aquí.
Al vuelo, se monta en un taxi, se dirige a las afueras de la ciudad. Poco antes de llegar al último grupo de casas se detiene. A pocos metros de allí todo es campo, todo menos una granja que puede verse tras la pequeña loma. Al acercarse sacude su cabeza con desconcierto y refriega, una vez mas, sus desorbitados ojos, el nunca ha visto una granja, de repente se asombra.
Delante de él está ella, con ojos pardos, esbelta, de buena talla y luciendo coqueta un raso verde. A distancia la sigue, lo justo para no dejar de escuchar su dulce susurro. Él aspira profundamente y se inunda de exquisitos aromas que rebotan en su instinto, haciéndole creer que está en el paraíso. Ella se contonea flirteante y le invita a seguirla. El miedo le aturde, nunca antes había tenido una experiencia amorosa, esta puede ser su primera vez.
¿Querrá burlarse de mí? –Piensa mientras se frota los ojos-.
No la pierde de vista, cada vez está más excitado, más nervioso, más angustiado. Se para y ella también se detiene hasta que él reanuda la marcha. Ahora el calor le resulta sofocante pero es un sofoco que nace de dentro.
Ella se dirige al interior de la casa y él se apoya en el umbral de la puerta. La duda se apodera de su mente, se observa a si mismo, vuelve a frotarse los ojos y se pregunta ¡cómo es posible!.
¡Ahora o nunca! - Se dice para darse fuerzas-.
Cuando sus ojos se habitúan a la penumbra el verdor raso se llena de matices y contrastes que le hipnotizan. La excitación aumenta.
Ya no percibe los aromas de la calle, es el momento de alimentar al espíritu salvaje que habita dentro de él.
Ella se ha apoyado sobre la mesa del comedor y le llama. A él no le gusta mucho que sea ella quien lleve la iniciativa, pero no es el momento de machos alfa. Pone los brazos sobre la tersa y suave espalda de ella, todo es instinto, no hacen falta enseñanzas, todo es lujuria. Los dos cuerpos son atravesados por una corriente eléctrica que los funde y al instante dejan de vibrar. Se han quedado ahí, uno sobre el otro, no hay fuerzas ni para frotarse los ojos. Ambos se sienten en un lago de miel.
No sabe de amor pero ahora conoce de verdad el cielo, no se mueven, no se oye nada, no es momento de decir ni preguntar.
De repente, ella hace un movimiento brusco y se desembaraza de él. Un largo siseo seguido de otro, se empañan sus ojos con una niebla ácida, recibe un olor muy fuerte y extraño. Aguanta la respiración hasta que no puede más y da otra bocanada de aire, de veneno. Son sólo unos segundos, el tiempo justo de ver a ella patas arriba y, justo al lado, una mano gigantesca apresando el bote de donde sale esa nube tóxica. Un bote que lleva dibujado una enorme mosca de color verde y tachada por dos rayas rojas.
En un último esfuerzo se gira hasta llegar donde está su amante y le cubre el cuerpo con sus alas para protegerla, para abrazar hasta siempre a su amada.
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Hola.............tengo que decir que me he sentido desconcertada hasta el final. Simplemente GENIAL
ResponderEliminarMaravilloso 👏 👏 👏
ResponderEliminarGracias por vuestra generosidad y atención.
ResponderEliminarMe motiváis para seguir escribiendo
Que bueno ,lo he tenido que leer dos veces.Me ha resultado gracioso tu ingenio.
ResponderEliminarQué cosas... No pretendía ser gracioso, no sé en qué habrás pensado pero con tu sonrisa y que me hayas escrito me doy un 'objetivo cumplido'.
ResponderEliminarUn beso
Me encantan los cuentos que mantienen el misterio hasta el final. En mi cabeza los personajes no se parecían nada a los del cuento 😅 por eso me ha gustado tanto. Eres capaz de crear historias que te mantienen desconcertado positivamente, con ganas de seguir leyendo e imaginando.
ResponderEliminarFantástico 🤗
Te has ganado una lectora y seguidora.
Gracias Brocolillo.
ResponderEliminarLa vida se escribe amontonando renglones, apenas una sucesión de trabalenguas que en ocasiones nos resultan divertidos.
Gracias por tu comentario, me motivas a seguir.
Un beso
En fin es que la jodienda no tiene enmienda jajajaja😂😂😂😂
ResponderEliminarGracias por tu comentario Lolaycoco, me alegro de que te haya sacado una sonrisa.
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