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Por la paz

Aquellos que hacen daño en el nombre de Dios irán al infierno en el nombre de su Dios. Contra el cruel genocidio que Israel y los cómplices que le apoyan están ejerciendo sobre el Pueblo Palestino.

jueves, 25 de abril de 2024

El licántropo nunca es de fiar

 (Microcuento)


Ojos de lobo. (Fuente vg247.com)
    
Nada queda de su inicial naturaleza, poco a poco se fue mostrando, creciendo, insaciable.     
    No es un disfraz eventual, ahora es deforme y cada vez es más fiero, más instintivo, más cruel, menos humano.

    Ha llegado el momento que él nunca quiso ver porque prefería ignorarle y ahora él siente a su familia y su hogar amenazados.

    El terrible virus siempre ha estado acompañando a la humanidad y se ha ido propagando desde que el mundo es mundo, no hace falta estar en Berlín, Tel Aviv o Ruanda para contagiarse, también hay contagios aquí mismo y en cualquier otro lugar.

    La aberración ha dejado de ser un licántropo de lunas llenas ahora la fiera ya no se queda satisfecha con pequeñas cazas ni con algunos restos de ganado abandonados en el monte, tampoco parece conformarse con entrar en una granja y provocar un desmán en el gallinero, ahora también les merodea a ellos de cerca, les rodea, les provoca y ya no se sienten seguros.

    Ahora toda la familia  tiene miedo de ese demonio, él debe protegerles y acabar con esta alimaña que un día acarició y alimentó. Ahora sabe con certeza que nunca debió protegerle ni ocultarle.

    Qué debe hacer pensó el hombre.

 

    No le resulta difícil seguir las huellas del esperpento tornadas de azul sobre la blancura de la nieve ni de seguir los rastros de sangre que iba dejando y que le llevan hasta el espeso bosque, el bicho se deja seguir y él sabe que el monstruo le está dirigiendo a una trampa.

    En un claro se encuentran de frente, se reconocen en sus miradas, el hombre duda ante el horror, el inhumano es enorme y desafiante. El valor que empuja al miedo lo halla cuando casi es demasiado tarde.

    A tiempo puede apoyar el arcabuz con la mecha prendida en el hombro y cierra los ojos, el cañón se llena de fuego y estalla, la certera bala de plata perfora el corazón del ser irracional.

    Retorciéndose en el suelo el engendro se hace un ovillo, el hombre espera hasta que la bestia se desdoble, al poco los aullidos se convierten en lamentos y más tarde se hacen susurros hasta que, por fin, deja de respirar, entonces el monstruo comienza a desvanecerse como polvo en un aire turbio que arrastra el viento a otros lugares, en unos segundos los últimos rasgos animales desaparecen, durante un instante y antes de que el grotesco ser se termine de hacer ceniza puede distinguir la silueta y la cara del que una vez fue su Hermano.


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