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viernes, 2 de febrero de 2024

La chica del tren

 (Cuento)

Sin título (Juan José Expósito)

   De verdad les diría que no me siento culpable.

    Para que las cosas ocurran no es necesaria una intención premeditada.

    Desde hace un tiempo venimos coincidiendo en el mismo vagón, bueno, he de reconocer que en realidad no es una simple coincidencia por azar, con el tiempo he aprendido su rutina. El tren lleva pocos pasajeros a esas horas y yo no tomo asiento hasta que Ella lo hace, nunca muestra incomodidad aunque es cierto que siempre esquivo sus piernas y cuando me acomodo hace un gesto de sorpresa que me encanta.

    Durante el trayecto apenas deja de mirarme, mantiene su mirada aunque no me habla, a veces sus labios se despegan y su lengua los acaricia levemente, en otros momentos levanta su mano para retirarse un mechón de pelo y con cada uno de sus movimientos imagino las palabras que Ella no llega a decirme.

    Ustedes pensarán que quizá sea muda pero no, puedo asegurarles que no lo es, cuando he podido escuchar su voz he sentido como me envuelve y como me atrapa.

    Después del gesto diario de sorpresa inicial ya no vuelve a inquietarse y bajo sus párpados encuentro el brillo de sus ojos de otoño y en sus reflejos puedo ver como se acercan los árboles, las montañas, los postes de la catenaria, uno tras otro, rápidos, en cambio desde mi lugar y a través de la ventana solo puedo ver como se alejan.

    Quizá un día encuentre el atrevimiento y le diga algo intrascendente y llegue a escucharme o quizá un pequeño saludo o atreverme a insinuarle mis deseos con un halago, algo nada irreverente, no se vayan ustedes a pensar... pero de momento no, es pronto, no quiero asustarla.

    Ella se baja del tren en la estación de siempre y aunque yo no les diga a ustedes en qué parada lo hace solo les diré que se apea en la anterior a la mía.

    Unos minutos más tarde, cuando entro en mi casa veo a mi María y, como Ella, hace el mismo gesto de asustarse o de sorpresa llevándose de la misma manera la mano a la boca,  me hace sonreír aunque María no lo llega a notar.

    Los niños siguen jugando, para ellos el presente es un juego, el ayer es solo un pasado lejano que solo a veces recuerdan.

    Me reconforta llegar y ver a los tres en el hogar.

    Según la rutina diaria los baños comenzarán en breve, luego la cena temprana y un rato más tarde a dormir y todo ello sin abandonar los juegos.

    Me repito una noche más y entro a su dormitorio a darles el último beso del día para que les acompañe en sus sueños, ellos abren los ojos como si hubieran visto un fantasma y vuelven a sumergirse en un profundo sueño.

    Fue una buena idea tener hijos.

    Ahora, con los niños dormidos María y yo quedamos a solas, no hay palabras, me gustaría decirle algo, acariciarla, contarle cómo me ha ido en el trabajo, preguntarle por su día pero no es fácil encontrar su mirada cabizbaja.

    Siempre le he sido sincero pero ustedes comprenderán, no me digan que no, que el tema de la chica del tren es algo que nunca le podré contar, al fin y al cabo es una “coincidencia” repetida, Ella es tan solo mi nueva compañera de viaje en tren, no, perdónenme pero eso María no lo entendería.

    Después de tanto tiempo nuestro amor está gastado, es muy difícil iniciar una conversación y ¡cómo voy a intentarlo! María nunca tiene ganas de hablar, su cara está cansada, siempre está triste...

    Creo que se refugia demasiado en cuidar la casa y los niños.

    Otra vez siento el dolor de verla caminar dirigiéndose con pasos apáticos hasta la cama, no le apetece estar, ni ver la televisión, hoy vuelve a acostarse temprano aunque sé, y sus ojos lo dicen, que desde hace meses apenas duerme.

    Para ustedes será fácil pensar que he sido un marido infiel pero no es así.


    Les contaré.

    Todo empezó hace algún tiempo, la juventud de Ella, su manera de vestir, sus gafas y su peinado, su sonrisa desplegada al entrar al vagón como saludando al resto de los pasajeros..., sí, llamó mi atención. Ella tardó varias semanas en fijarse en mi y durante un tiempo nos sentábamos en asientos distanciados hasta que por fin un día como hoy me senté a su lado, tal y como ahora lo vengo haciendo desde hace meses.

    Aquél día no dejaba de pensar en que mi relación con María no estaba bien y cada vez iba a peor, mi vida me aburría, solo los niños despertaban en mí algo de ilusión.

    Yo me decía a mí mismo que: quizá si María fuese más atrevida o si María diese algo de color a mi vida... yo la quiero y la sigo amando, ella sigue siendo aquella chiquilla que me enamoró pero me aburro, la rutina se ha apoderado de nosotros.

    Como les digo, aquel día Ella me miraría, yo me presentaría y le daría un beso de presentación apoyando mis labios en su mejilla..., la propia idea del atrevimiento me resultaba erótica,  sentí una fuerte excitación de repente, sin querer, tras un dolor intenso en mi pecho me dejé caer frente a Ella, resbalándose mi cuerpo flojo hasta su asiento. Tras unos segundos pude sentir su mano y ver sus ojos asustados clavados en mi cara mientras me decía algo, por fin pude escuchar su voz y los golpes de la palma de su mano en mi cara pero no distinguí sus palabras, poco a poco me fui alejando o eran los demás los que se alejaban, se difuminaban las voces, se ablandaban los gritos y la estridencia de una sirena cercana, una luz y alguien cerró mis párpados. 


    No hace falta que les explique que he recorrido un camino sin retorno, que ya no puedo volver a ser lo que era, eso sí, les puedo decir que no me arrepiento de nada, aquello fue solo un sueño, un sueño ingenuo de una vida rutinaria, entenderán que me guste volver al tren y quiera seguir acompañándola a Ella en su viaje diario sin asustarla y estarán conmigo en que desee regresar a mi hogar y decirle a María las cosas que no le dije y provocar su risa y jugar con los niños, pero no puedo, hoy ya no puedo decirles nada sin asustarles, con tan solo sentir mi presencia se sorprenden y se asustan y se llevan las manos a la boca...

    ¡Cómo podría volver a acariciarles! ¡cómo podrían volver a verme!

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4 comentarios:

  1. Estupenda narración del final del viaje

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  2. Se siente culpable, debería subir al tren y mirar el mòvil como todo el mundo o coger el tren anterior.

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    1. Cómo no se me ocurrió antes, lo siento por el señor pero ya es tarde

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