Paul Cézanne, Still Life with Apples and Pears |
Ella es muy estirada y presume de ser la princesa de las manzanas, no es como esas manzanas Verdialonas, ella luce preciosos tonos rojos y amarillos y se engalana con un pedúnculo y una hoja que la coronan.
Desde pequeña le han enseñado a demostrar que ella no es cualquier fruta, fingiendo su pose si es necesario; ella proviene de una larga dinastía con sus hidratos de carbono, con su fibra y ¡por el dulzor de su fructosa!
Le gusta recitar de forma altiva y de un tirón a su estirpe, de nobleza inigualable: si la manzana de Eva o la manzana de Newton o también la manzana de Blancanieves, seguidamente menciona la Gran Manzana de Nueva York o el famoso logo de una manzana mordida, alza el tono cuando cita a las manzanas doradas del Jardín de Hespérides y se estremece al señalar a la manzana de la Discordia de la Diosa Eris, se yergue cuando alude a la manzana de Guillermo Tell y susurra con la Oda a la Manzana de Neruda. Siempre deja para el final recordar a las manzanas de los múltiples bodegones en los lienzos de Paul Cézanne y finalmente aclara, por qué no decirlo, que siempre es posible encontrar una manzana podrida en el cesto como la manzana D’Alan Turing.
Y así, con elegancia, delante de un canasto de peras y desde la pila de un lagar, hace ostentación, por última vez, de ser una verdadera Manzana Royal Gala, justo antes de convertirse en sidra.
Muchas gracias por el microcuento, Genio, a partir de él me ha hecho interesarme por todo lo que ignoraba sobre las manzanas, solo sabía lo de la sidra.
ResponderEliminarUna manzana ,ni más ni menos.
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