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viernes, 14 de abril de 2023

La gata de James Braid

 (Cuento)

Torvi (E.C.)

    Es bueno y bonito tener un animal en casa, es una buena amistad, te hace compañía y se despiertan unos sentimientos que de otra forma no se tendrían.

    La gata de James es gris, es una gata de raza esfinge, de las que no tiene pelo; al principio te parece un poco rara pero enseguida te acostumbras a su extraño aspecto e incluso llega a parecerte hermosa.

    Un día por casualidad vio al felino en el parque próximo a la oficina, le pareció hambriento y abandonado, le dejó el último trozo de un sándwich de atún, el animal agradecido esperó en el mismo lugar hasta que James Braid volvió a pasar por el mismo parque a la salida del trabajo y le siguió hasta su portal.

    -Me lo quedo- pensó.

    Desde lejos ya había decidido ponerle un nombre y le llamaría Tutu, al fin y al cabo a los dioses no les importaría.

    Los ojos de la gata de James son de un amarillo eléctrico que hipnotiza.

  Vive solo en un piso pero no por ello se puede decir que sea un hombre solitario, se relaciona con los vecinos y compañeros, incluso dos veces por semana suele quedar con algunos amigos y amigas hasta altas horas de la noche.

    En su piso tiene todo lo que necesitan él y Tutu, hay espacio para ambos, tienen algunas plantas, comida rica y mucha luz.

    Llevan más de dos años ofreciéndose cariño mutuo y armonía.

    James se puede acostar tranquilo, sabe que cuando duerme profundamente la gata pasea por el resto de la casa en busca de su arenero o bebiendo agua o comiendo o quizá puede quedarse un rato mirando por la ventana.

Todas las noches, entre cada paseo nocturno, Tutu se sube a la cama, James puede sentir el peso de la gata sobre sus piernas, es una sensación muy agradable y si una pesadilla le despierta sobresaltado ella estará ahí mirándole, con esos ojos amarillo eléctrico que hipnotizan, protegiéndole del mal sueño.

    Últimamente James se entretiene más a menudo al salir del trabajo, acumula mucho estrés y llega tarde a casa. Un día a la salida del trabajo mientras cruzaba por el parque próximo a la oficina conoció a Isis por casualidad, es una chica estupenda y algunas noches, si tiene suerte, se queda a dormir en la casa de la bella muchacha aunque pernocta inquieto y no descansa bien pensando en que su gata estará sola esperándole.

    Hoy le ha propuesto a Isis que, por esta vez, sea ella la que venga a su piso a dormir; previamente le ha contado que tiene a Tutu, su compañera y preciosa gata y le ha advertido antes de entrar de que quizá Tutu se puede asustar al verla o ponerse celosa porque no está acostumbrada a otras personas. Isis ha sonreído, a ella le gustan mucho los animales y sabrá darle los mimos y las caricias que suelen encantar a todos los gatos.

    Después del buen sueño que te regala desabrochar la pasión James se ha despertado, se encuentra fresco, se ha levantado y mirado el cielo a través de la ventana, no puede observar su propia imagen en el cristal ni puede ver la de ella aunque está a su lado; en la superficie de la ventana solo aparecen reflejados, como impostados, esos ojos de un amarillo eléctrico que hipnotizan. La luna está roja y enorme.

    Sin ruido, sin perder la mirada, se ha subido a una silla y tras abrir la ventana ha saltado al vacío.

    Tutu ha regresado a la cama, de vez en cuando le encanta cambiar de piernas donde dormir y ahora protegerá a Isis de los malos sueños.

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5 comentarios:

  1. Yo pensaba que el final sería que Tutu hipnotizaría a Isis por celos, claro, pero.... no hay que fiarse de las gatas.

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  2. La vida sigue ,ya sabes.Y los gatos te quieren porque te necesitan.Se parecen a muchas personas.

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    Respuestas
    1. Comparto contigo, a veces se confunde el amar con el necesitar.

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