¡ El próximo viernes algo nuevo !

Nada nuevo pero seguro que encuentras algo entre los diferentes relatos para volver a leer (migración, lgtbiq+, memoria histórica, justicia, amor y muerte...)

Ir a página de inicio

Por la paz

Aquellos que hacen daño en el nombre de Dios irán al infierno en el nombre de su Dios. Contra el cruel genocidio que Israel y los cómplices que le apoyan están ejerciendo sobre el Pueblo Palestino.

viernes, 13 de enero de 2023

Un viejo que leía novelas de amor

 (Sugerencia para leer libros)

Un viejo que leía novelas de amor
Luís Sepúlveda
Editorial Tusquets

    En la Nota del autor con sus "mayores criminales" o con "este nuestro único mundo" se sugieren las primeras pistas de por dónde transita su alma.

    Al término de la primera página, tras visualizar la descripción del Sillón y de la Consulta del dentista, el lector siente la imperiosa necesidad de abandonar la lectura pero NO, no hay que dejarse amedrentar, hay que continuar la lectura hasta el final.

    Decía Ítalo Calvino que un cuento es una sucesión infinita de términos; en este caso el relato es finito aunque, aquí me adelanto, no posee un final y aún así es preciso, no se desperdicia ningún recurso, ningún adjetivo ni ninguna anécdota; las descripciones, los diálogos, todo encaja y forma parte del cuento en absoluta armonía, como todo lo que acontece en la selva.

    La narración transcurre lejos de París, Londres, Ginebra, Praga, Barcelona o Venecia.

    La historia transcurre en un lugar más viejo que cualquier estado, donde no importan los lunes, en un marco donde se urden escenarios y personajes.

    El exceso de selva y el verde eterno de los ríos Zamora, Yacuambi y Nangaritza estallan en los ojos de quien habita: los jíbaros, el pueblo Shuar, los blancos, el gringo muerto hijo de puta, los buscadores de oro, los del petróleo, los ganaderos y madereros.

    Un mundo perturbado por las bestias de metal, por el movimiento del Sucre o por los trazos del Idilio, roto por las formas de un alcalde sudoroso y perplejo de contar con el color cardenalicio del Doctor Rubicundo Loachamín.

    Algo de equilibrio retorna al lugar con el buen amigo Nushiño o con la voz silabante del viejo Antonio José Bolívar Proaño robando los sentimientos a las palabras, aún así, todo se rebosa con el olor a meado de una Tigrilla enloquecida de dolor.

    El autor baña al lector con una tul de niebla y le cubre con un espeso y pegajoso velo de humedad, le sacia con la Frontera o la cerveza, el banano seco o los cigarros de hoja dura; le hace sentir el encaje de las prótesis dentales, le enseña a mirar a través de una lupa y hace que se aterre de los micos.

    La narración consigue, en voz baja, la complicidad hacia la mujer del alcalde cuando esta necesita acumular el odio suficiente y consigue la perplejidad de ver cómo un hombre apuesta para demostrar que es muy macho, el más macho. 

    La manera de narrar las experiencias del protagonista o de exponer el viaje, o su misterio y su riesgo parece indicar que la novela podría pertenecer al género de aventuras.

    Pero hay más, la lectura tiene otras densidades, habla de un nivel más elevado de humanidad y de la indiscutible armonía de la naturaleza, transcurre por un laberinto donde reflexionar sobre la ecología, sobre la política, sobre el sufrimiento de la ambición, sobre el cuidado de las almas y el reconocimiento de la vejez y habla del arte de elevar el espíritu del entendimiento y de elevar el espíritu de la amistad.

    Quizá, para algunos, pueda servir como un manual o quizá como un cursillo acelerado para adentrase en la fragilidad de la selva.

    El protagonista es un apasionado lector de novelas de amor, tristes, de verdad, de las que hacen sufrir, de desdichados pero con final feliz.

     Acompaña a su memoria el retrato de una mujer quizá yerma, de presencia breve y eterna, Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo.

    Es un viejo que sintió dolor cuando borraron sus huellas de la playa, cuando vio acercarse la vejez y cuando quiso y no pudo honrar la muerte usando la cerbatana y el curare.

    A veces tomaba la decisión de no hablar más en todo el día y entonces envolvía su dentadura en un pañuelo.

    En la selva el Poder es incoherente en lo cotidiano pero en cualquier lugar el poder tiene una obsesiva intención de mostrarse y de perpetuarse.

    Antonio José Bolívar Proaño, nunca pensó en la palabra libertad, quería seguir leyendo otra novela de amor pero en la selva no hay salidas de emergencia y él no pudo evitar la tragedia.

    En sus adentros escuchó que aquello era un acto de piedad, la bestia no fingía, su instinto buscaba la ocasión de morir frente a frente.

    El epílogo es un silencio herido, es el escozor de una mirada que no oculta la vergüenza de la barbarie humana y es el tábano de la soledad.


otros libros para leer            Qué es sugerencia para leer            Ir a inicio 


No hay comentarios:

Publicar un comentario